LLegando a Talamantes hay un mirador en el que merece la pena parar y ver las peñas
Sobre la 13.30 ya había aparcado en Talamantes y echado a andar. El objetivo del día, sugerencia de Iñaki, eran las Peñas de Herrera. Ese macizo que se erige frente a su hermano mayor; el Moncayo.
Tomamos la GR90.1 a la entrada del pueblo y nos adentramos en el barranco de colores increíbles que nos va acercando al collado ganando altura poco a poco. Al llegar a la divisoria, en lo alto, y ya con las Peñas sobre nuestras cabezas, el viento nos castiga con violencia. Comienza bajo nuestros pies a aparecer el manto blanco. Dejamos a la derecha la más pequeña de las Peñas y bordeamos por el lado Oeste la de enfrente. El Moncayo se muestra entre nubes y las vistas a pesar del tiempo son increíbles.
Conforme se avanza por el cañón, se vislumbra nuestro objetivo
Decido ponerme los crampones y coger el piolet porque la nieve ha pasado a cubrir todo el camino y desconozco el estado de la misma. Para mi sorpresa veo que es polvo, recién caída y que me hundo a cada paso que doy. No hay hielo y cuando despeja un poco la nieve me quito los crampones y tomo el collado que me deja al pie de las dos primeras Peñas, una de ellas, la más alta, también llamada Alto del Picarrón que será donde suba.
Nieve reciente, bastante abundante en buena parte del camino
Dejo el sendero ancho que desde el collado me ha llevado a rodear los dos macizos más meridionales y acometo en línea recta la ascensión hasta la base del pico. Encuentro los hitos que marcan el itinerario de subida y como no veo hielo y la roca está relativamente limpia, trepo hasta la cima de la más alta de las Peñas de Herrera, el Alto del Picarrón.
Las vistas del Moncayo desde la cima son espectaculares a pesar de que el día no es el mejor
Voy muy bien de tiempo. Apenas dos horas después de aparcar y habiendo parado varias veces por motivos diferentes, llego a la cima. Sin embargo, el viento me golpea con virulencia y decido bajar ligero...
Con estas vistas sobran las palabras
Cuando paso de regreso por las dos primeras peñas, al bajar un poco de altura, protegido por el relieve, aprovecho que el viento es más débil y como algo. Después no pararé hasta llegar al coche. Son las 17.00. Me cambio, recojo, doy gracias por el regalo que se me ha brindado con esta oportunidad de conocer una zona nueva para mi y espero tomando un té a que llegue el resto de la expedición a Tarazona.
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