Ayer domingo, aprovechando el cambio de hora "bueno", nos fuimos a celebrar el centenario del Parque Nacional de Ordesa y monte Perdido.
Yurena, Alberto, Kike, Dani y yo quedamos a las siete de la mañana con idea de poder estar caminando ya a las 09.30. Antes, paramos en la Nave a comprar pan y otras cosicas y poco antes de las diez ya estábamos listos en un aparcamiento abarrotado de gente. De hecho, íbamos a ir en un río de personas caminando todo el día. Normal... Y es que el tiempo era bueno y el otoño en Ordesa, quizás la mejor época del año para contemplar un paisaje único con unos colores espectaculares.
Seguimos el itinerario denominado "Camino de Soaso" dejando el desvío hacia la faja de Pelay y la senda de los cazadores a nuestra derecha.
La primera parte del camino apenas gana altura. Va por un camino cómodo entre árboles pero que nos permite ir viendo el río, saltos de agua y las laderas de enfrente vestidas con rojos, amarillos, marrones y verdes de todas las tonalidades.
Poco a poco nos vamos adentrando en un bosque más cerrado de grandes hayas, robles... que también adquieren tonalidades mágicas mientras ascendemos por un sendero que va serpenteando hasta salir de nuevo a un tramos más rocoso.
A mitad de nuestro trayecto llegamos a las conocidas gradas de Soaso que presentan un aspecto imponente con el generoso caudal de agua que llevan. Hemos alcanzado la altura más elevada de nuestro camino y, desde aquí, apenas tendremos que ganar distancia para acercarnos a nuestro objetivo. La cola de caballo.
A mitad de nuestro trayecto llegamos a las conocidas gradas de Soaso que presentan un aspecto imponente con el generoso caudal de agua que llevan. Hemos alcanzado la altura más elevada de nuestro camino y, desde aquí, apenas tendremos que ganar distancia para acercarnos a nuestro objetivo. La cola de caballo.
En este punto, el valle se abre en lo que se denomina "circo" y podemos contemplar toda la belleza de Ordesa con el Cilindro, Monte Perdido y Marboré dominándolo todo.... Las praderas verdes tornan en gris conforme se transforman en las paredes calizas que amurallan el parque. Arriba, la faja de Pelay luce blanca por las nieves de los últimos días. El contraste en su conjunto de colores, paisaje, relieves... es inenarrable. Tenemos un tesoro a nuestros pies.
Monte Perdido y Añisclo |
A pesar del gentío, me sorprende gratamente no encontrar basuras tiradas por el suelo. Tampoco me agobio mucho... Seguimos caminando viendo ya a lo lejos la conocida cascada. Algunas vacas, saltos de agua, pequeños refugios de pastores... Y llegamos al final del valle.
Nos alejamos un poco de toda la gente que descansa contemplando el salto de agua que forma la cola de caballo, ascendiendo hasta una praderilla encima a la que se llega por el camino que va hacia el refugio de Góriz. Allí comemos algo, descansamos, hacemos alguna fotillo y nos preparamos para volver. Una pareja de novios se cambian y ponen su vestido y traje de novios para hacerse unas fotos. Curiosa estampa la que podemos contemplar antes de volver hacia el coche.
La pared del gallinero y la fraucata a su derecha |
Deshacemos nuestros pasos de regreso al coche. Allí ya nos cambiamos y bajamos a tomar unas siempre bien merecidas cervezas y a casa, que la noche llega ya antes.
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