Sobre las 8 de la mañana Juan se cae de la cama y rodando llega al coche donde yo esperaba frente a su casa. No ha sido así pero más o menos ha sido algo parecido, ¡Jajajajaj! El caso es que partimos rumbo a Guara, más concretamente a San Julián de Banzo, localidad donde aparcaremos tras coger una pista pasado el pueblo y llegar a un parking de 12 plazas, lugar donde comienza el camino.
El día promete ser caluroso, son pasadas las nueve de la mañana pero, afortunadamente, gran parte del itinerario discurre entre árboles por bosques junto a los muros de la sierra que nos resguardan del Sol.
Poco a poco nos adentramos en el barranco y llaneando llegamos a un primer cruce de caminos donde además se encuentra la escuela de escalada de San Martín, bonito muro con desplomadas vías desde el 7a+ hasta el octavo grado.
A partir de este punto comenzamos a ganar altura ascendiendo por el bosquecillo hasta la siguiente divisoria de caminos. En este punto, se puede optar entre continuar el ascenso por la senda de los burros (camino que tomaremos de regreso...) o por el denominado paso de la viñeta.
Tomamos el desvío de la viñeta que, tras continuar en ascenso entre arbolillos y alguna pequeña rampa más empinada, da paso a una sucesión de terrazas y escalones por las que treparemos. En este tramos nos aseguramos a unas líneas de vida y vetustas clavijas que hay. Este camino es más expuesto y aunque no presenta una gran dificultad técnica puede no ser apto para personas con vértigo...
Pronto llegamos a lo alto del collado desde donde se pueden disfrutar de unas espectaculares vistas de la sierra y, al fondo, el barranco. En la impresionante muralla de enfrente brillan al Sol algunas chapas que delatan itinerarios de escalada con los que soñar... Desde luego la aproximación no es la más cómoda pero el entorno compensa.
Comenzamos a bajar hacia el barranco donde se encuentra la ermita por una sucesión de "zetas". En algunos tramos volvemos a encontrar clavijas y sirgas que nos ayudan a bajar más seguros. Descendemos perdiendo la altura que anteriormente hemos ganado hasta llegar al cauce de barranco. Desde allí, en unos quince minutos, terminamos de adentrarnos en el barranco hasta llegar al fondo de este y encontrarnos con la ermita de San Martín de la Val d'Onsera (o lo que es lo mismo, San Martín del valle del Oso).
Al llegar aparecen las ruinas parcialmente rehabilitadas como lugar de peregrinación por los lugareños de lo que en su día alternó ser un monasterio masculino, después femenino y, por último, hogar de un ermitaño... Pero siempre lugar de peregrinación. En su día, Reyes y nobles acudía allí para pedir a Dios descendencia.
El lugar parece, como suele decirse, de película. Impresionante el encanto que desprende, acrecentado sin duda por una cascada de agua que salpica y esparce las pequeñas partículas de agua y el sonido del golpeo de estas contra las rocas musgosas en el ambiente. La ermita, amurallada entre altas paredes calizas y vegetación se encuentra en un lugar fresco al que el Sol no golpea directamente pero si llega la luz.
Tras explorar el lugar y entrar en la ermita excavada en la roca donde preside la imagen de San Martín, descansamos un rato y reponemos fuerzas comiendo algo. Después, emprendemos el regreso deshaciendo nuestros pasos hasta llegar al collado, lugar donde tomaremos la senda de los burros en vez de continuar por el paso de la viñeta.
Unos treinta minutos después volvemos a llegar al segundo cruce de caminos donde a la subida optamos por el desvío hacia el paso de la viñeta. Seguimos bajando hacia el coche y sólo nos detendremos en la zona de escalada donde al oír voces echamos un vistazo a ver quiénes están trepando. Da la casualidad de que conozco a uno de ellos y aprovechamos para ver cómo calientan y cómo son esas vías.
A las 13.20 llegamos al coche, recogemos y llegamos con menos tráfico del esperado a Zaragoza para ducharnos y comer. ¡Buen domingo!
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