Para terminar el año 2.005 y comenzar a hacer algo más en la montaña en invierno que esquiar, junto con un par de conocidos scouts y otro amigos, nos fuimos a subir el Moncayo.
Como ya sabreis este monte es el más alto de Zaragoza. Muy expuesto al viento, ya que es el único relieve del valle del Ebro que hay en muchos kilómetro a la redonda. Por eso también, las precipitaciones en forma de nieve son frecuentes en invierno, ya que hace de barrera paran las nubes que llegan del Cantábrico y chocan en él. Es frecuente que lo azoten vientos de más de 80 km/h. y las nieblas lo cubran en un abrir y cerrar de ojos por lo que desorientarse y equivocarse de camino es frecuente si no se va con gps y se conoce la zona. Por último, recordar que las temperaturas son muy bajas y el hielo en cualquiera de los itinerarios que llevan desde el Santuario, donde se puede aparacar, hasta su cima, está a laorden del día.
En un principio, iba a subirme la tabla para bajarlo esquiando, pero dado el viento y el frío que había hecho y hacía esa semana, decidí dejarla abajo. Un acierto. La nieve estaba ventadísima. Para llegar hasta el parking de antes del Santuario, tuvimos que poner las cadenas al coche de Pedro.
Foto de equipo antes de dividirnos
La ruta que seguimos fue la conocida como normal aragonesa, que dejando el circo de San Miguel a la derecha, zig-zaguea hasta el collado de Bellido, donde se avanza por una cresta muy expuesta al viento hasta la cima principal.
La ruta que tomamos para alcanzar la arista hasta la cumbre
La ruta que tomamos para alcanzar la arista hasta la cumbre
En un principio íbamos un grupo parecido en número y personas al de Bisaurín hacía poco más de un año, pero como sólo cuatro teníamos material de seguridad, el resto decidió dar la vuelta al poco de salir del bosque y llegar al principio de las palas que llevaban a la cumbre.
Subiendo hacia el collado de Bellido
LLegando al collado
El día, aunque frío, se mantuvo despejado a pesar de la niebla a primera hora y tampoco el cierzo fue tan fuerte como esperábamos. Por eso, llegamos, un poco tarde, pero sin dificultad hasta la cumbre sin mayores problemas Carlos, Termita, Pedro y yo.
LLegando a la cumbre con el suelo helado
LLegando a la cumbre con el suelo helado
En la cima rodeada de nieve y hielo
A la bajada, a Carlos se le rompió un crampón, por lo que llegamos al refugio bastante tarde al tener que bajarlo con cuidado, asegurándolo entre los tres ayudándonos de los bastones y del ángel de la guarda.
Termita, Pedro, Carlos y yo con el Pirineo al fondo
Una cumbre muy bonita y agradecida, aunque en invierno similar en dificultad a un tres mil del Pirineo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario