Dos intentos me costó subir el Moncayo en invierno este año. Después de cada uno de ellos, desgraciadamente, tres personas resultaron muertas y una más herida. No es tan fácil subirlo en invierno, como piensa la gente. Sobre todo por ignorancia o inconsciencia, muchos, se aventuran (mal equipados aveces, sin material de seguridad o poco abrigo) por sus faldas sin ser conscientes de que pueden verse sorprendidos por un alud o romperse la placa que en esos momentos pisan, resbalar y precipitarse al vacío o desorientarse por la niebla y caer por uno de los precipicios que salpican sus palas.
Sin embargo y lejos de ser atraídos desde su cima por el morbo que estos sucesos lamentáblemente despiertan en muchos curiosos que podías encontrarte por el camino, más pendientes de ver por dónde calló aquel o ese otro, que por la belleza del lugar y lo insignificante que uno se siente frente a semejante escenario, sentir que nunca uno es dueño de si mismo y que ya sea en la montaña, en un viaje por carretera o en la silla de un despacho agobiado por el marrón de turno, podemos dejar este lugar y pasar a la historia... cogemos nuestras mochilas y cargamos no sólo con lo que solemos llevar dentro de ellas.
Panorámica de los Pirineos y valle del Ebro desde un claro del bosque
Volviendo por el bosque tras el primer intento, empezaba a nevar
La vía que elegimos esta vez, es la que parte directa desde el circo de San Miguel, (no el de San Guadosio que es por el que subí en el 2.005) subiendo directos por la pala hasta la cima, llamado "el cucharón".
En el circo de San Miguel, tras decidir darnos la vuelta
Roy, el perro de los dos que se nos unieron en el frustrado intento
El primer intento fue un hasta la próxima. Ese día no se dejó subir más alla del principio de la pala. El viento era fortísimo. Al ir llegando en coche al parking de antes del Santuario, la cantidad de árboles arrancados era grande, algunos evitaron poder continuar y empezamos a andar más abajo de lo habitual. Los molinos de viento que rodean la zona, estaban parados por seguridad (esto ocurre cuando el viento supera los 80 km/h) y las nubes lo cubrían. Más tarde nos nevó de bajada.
Al pasar por el bosque los árboles se movían como si fueran de goma. Pasado este, nada nos protegía y la cima se veía imposible. El viento arrancaba remolinos de nieve desde la cima hacia el cielo. En un momento dado, yo iba detrás de Enrique y al darse la vuelta tuvo que buscarme. El viento me había desplazado horizontalmente unso metros hasta que pude agarrarme a una roca. Literalmente volé y vimos claro que, mejor, volvernos.
Pasadas cuatro semanas, lo volvimos a intentar. Esta vez, las previsiones de tiempo eran mejores, había que aprovechar el anticiclón que nos visitaba por la zona. Nos acompañó Iganacio y elegimos el mismo recorrido.
Al principio del Cucharón con el Pirineo al fondo
En poco más de dos horas desde el bosque, completamos la distancia que nos separaba hasta la cima. Subimos ayudados de bastones y piolets, siempre con los crampones y sin encordarnos, para evitar males mayores en caso de resbalar y arrastrar a algún compañero.
Superamos la última pala de nieve que estaba estable y no presentaba ningún peligro para alcanzar la última parte del collado que lleva hasta la cima. Ya allí, el viento, solplaba con fuerza y no pudimos quedarnos mucho tiempo, a pesar de ser un día soleado.
Comimos de bajada en el circo y al coche. LLegué a tiempo para el partido que teníamos a las cuatro y media y, después, claro, estaba destrozado, pero aún me tomé unas cañas con Antonio para completar un día de redondo...
1 comentario:
Veo que vives al filo de lo imposible. Son preciosos esos paisajes. Nos vemos pronto!
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