El trece de Julio de ese año, salía picando rueda con el coche a las tres de la tarde de la empresa escuchando a Piratas en el cd y tocando el claxon. No era para menos, ¡Empezaban mis vacaciones! Y qué mejor forma de hacerlo, que subiéndome a dormir al ibón de Estanés. A olvidar los jaleos del curro, desconectar de la ciudad, descansar, hacer algo de ejercicio, volver a esos rincones que adornaron los veranos de mi infancia...
Aquí estoy en mitad del valle de los Sarrios
Aquí estoy en mitad del valle de los Sarrios
A las cuatro, recogiendo a un par de chavales que subían al campamento, unas gorras y pañoletas (muy típica, la de Ánade, cualquiera que haya estado en los campamentos, lo sabe...) quedamos JJ, Santi, Mon y yo para subir. Qué decir que, como siempre en Zaragoza, llovía fuego del cielo...
A media tarde nos plantamos con algo de prisa, la verdad, en el campamento de Ánade, avisando que no dormiríamos allí hasta el sábado y que nos marchábamos ya a Lizara para empezar a caminar cuanto antes. Aparcamos en el refugio, donde termina la carretera y empiezan tantas historias... Eran las siete de la tarde de uno de esos días largos y de mucha luz.
La tarde caía a la par que avanzábamos por el valle
La "V"
JJ se quedó en el campamento, así que Mon, Santi y yo empezamos a darle y a sudar. Sólo paramos un par de veces, la verdad es que parecía que nos perseguía alguien. En silencio, disfrutando del paisaje, de los cambios de luz, intercambiando miradas con el sarrio guia que nos siguió los dos días, observando los tritones que en los remansos del deshielo nadaban, oliendo el dulzor de la hierba que el calor del día exprimía, llenéndonos los pulmones de aire y más aire, de ese que hay días que te falta y no sabes dónde encontrar. Allí estaba.
Nuestro amigo el sarrio
Nuestro amigo el sarrio
LLegamos al circo de Bernera, atravesando el camino que custodian Bisaurín y Peña Mediódía ganando la altura necesaria para dejar atrás el comienzo del valle de Aragüés. Luego continuamos por el valle de los sarrios llaneando hasta la "V" donde tomamos el camino de la izquierda y que te deja sobre el Ibón.
Atardece en el Pirineo
Todavía no eran ni las diez de la noche y algo de luz nos permitió montar la tienda sin problemas. Quizás un poco pequeña para tres maromos como nosotros, ¿Verdad Ramón? Estuvimos hablando de lo humano y de lo divino, abrigados, viendo cómo las aguas del Ibón se convertían en un segundo cielo estrellado, aún más bonito que el de arriba. Cenamos, nos acomodamos y me quedé dormido ocho horas, como no lo hago en Zaragoza, cosas que pasan.
Ramón antes de bajar al ibón
A la mañana siguiente, poca historia. En cuanto a novedad se refiere, claro. Otro día magnífico, que me permitió pegarme un baño en el Ibón Viejo a la vuelta. Desayunamos, recogimos todo sin dejar rastro y con nuestro amigo el sarrio emprendimos el regreso.
Esa tarde ya en el campamento, llovió a mares, hasta el domingo... Alguien nos reservó 24 horas para empezar bien mis vacaciones. Pasamos el día en el campamento, echando una mano y disfrutando del Pirineo antes de volver a Zaragoza, autobús a la playa y una semana después para Jaca...
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