Hola a todos,
La idea inicial, era subir el Aneto... pero tuvimos que variar los planes a última hora, ya os contaré. Para ello, el viernes por la tarde, con toda la chicharrina que caía del cielo a mitad de Julio en Zaragoza, esperamos a Manu López-Mateos y un amigo suyo, Jaime, que venían desde Madrid para ir a su casa de Benasque. Andrés, Juanito Puig, Mon y yo completaríamo el singular grupo. Desde allí cogeríamos el autobús que te dejaba en el Parque Natural del Posets-Maladeta para empezar a caminar.
Vistas del Aneto y Maladeta desde el camino a Perdiguero
Vistas del Aneto y Maladeta desde el camino a Perdiguero
Para entonces yo ya me había hecho con crampones y piolet, dado que mis "ganas de montaña", anestesiadas tantos años por falta de autonomía (carnet, coche, dinero...) y partidos de futbol los fines de semana (varios equipos, sábados, domingos...) y, debido a circunstancias personales, había vencido definitivamente todas estas barreras. Desde el 2.005, cambiaron las tornas, sólo jugaba partidos sino me iba a esquiar o al monte y, a día de hoy, sigo así...
Al llegar a media tarde y tras un viaje eterno con dos coches con la "L", haciendo calvos al adelantar al otro por la autovía de Huesca, eh, Juan? y estrenando el mp3 del coche, hicimos la compra del finde en Benasque y alquilamos material para los que no habían traído crampones y piolet. Manu, a pesar de ser el benjamín del grupo, era el que más experiencia tenía y conocía los alrededores, como la palma de su mano.
Nos mal informamos del horario del autobús y nos fuimos a la cama, que a las 03:00 nos levantábamos. Así que apelotonados en el aprtamento y con más ganas que opciones, nos despertamos impacientes por empezar a subir.
Llegamos a la parada del autobús y vimos que no había nadie, que la cosa olía mal... Al final, Manu cayó en la cuenta de que no había autobús, tras dar vueltas a una caseta que tenía mil carteles con horarios, información del valle... y que la persona que nos informó, tenía tanta idea como nosotros...
La primera en la frente. Manu propuso coger los coches e intentar subir el Perdiguero, cogiendo un camino que ascendía desde una salida de la carretera a pocos kilómetros del pueblo. Dicho y hecho, habíamos venido a hacer monte y, sin conocer el valle, superado el desencato inicial, Perdiguero se mostraba tan atractivo como el Aneto al principio.
Jaime, Andrés, yo, Manu y Mon
Jaime, Andrés, yo, Manu y Mon
Comenzamos a caminar ya con las primeras luces del día, entre árboles por un caminito que zig-zageaba. A la media hora, salimos del bosque y comenzamos a subir rampas de hirba que, poco a poco, nos iban mostrando un paisaje precioso. Aquel verano estaba muy verde esa parte del Pirineo. Juan, falto de forma, la verdad, decide darse la vuelta y esperarnos en casa de Manu al ver que no va a conseguir nada, sino acabar con cualquier opción que tuviéramos de alcanzar la cima, cubierta de nubes, por cierto. Así que ya con uno menos, el ritmo mejora, pero no lo suficiente. Ramón no va fino, Andrés con sacrificio, pero con la rodilla todavía débil tras la operación, Manu con una diarrea bastante maja, marcando territorio, como si fuera un sarrio... Jaime y yo parece que somos los únicos que vamos bien, pero no se trata de dividirnos, así que relajamos.
Ganando altura siguiendo el curso del río
Ramón sobre el río
Ya podemos ver el Perdigueret, a la izquierda del Perdiguero y comienzan los primeros neveros. Vamos encontrándonos con gente, que nos dice que desde donde hemos empezado, es demasiado largo para un día. Las opciones de llegar, acompañadas de unas nubes que van bajando desde su cima, se acaban al mirar el reloj.
Jaime al comienzo de un nevero
Jaime al comienzo de un nevero
Sin embargo, seguimos subiendo, a mejor ritmo si cabe, aunque ya sea tarde y decidimos parar en un sitio más resguardado del viento, a los pies de la últimas rampas de pico. Estamos en el Ibón de Literola a 2.734 m. un lugar precioso donde los neveros que encaran el camino hacia la cumbre se confunde con el agua del deshielo con ese color azul intenso que las rocas le dan. El pico que se deja ver por momentos sigue jugando con las nubes en su cabeza. Decidimos comer algo, descansar y comenzar el regreso al coche. Había merecido la pena, aunque bueno, quedará pendiente para otra vez, igual que el Aneto.
LLegada al Ibón de Literola, el Perdiguero al fondo
Con Manu en el Ibón
Descansando un poco antes de volver
LLegada al Ibón de Literola, el Perdiguero al fondo
Con Manu en el Ibón
Descansando un poco antes de volver
Por cierto, a la bajada Andrés, Manu y yo nos pegamos un baño el río, con nieve en la orilla y todo. Parecíamos gatos que al contacto con el agua gritaban y salían despavoridos, eso si, nos quedamos como nuevos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario