jueves, 20 de diciembre de 2012

Antes del turrón, un buen apretón

Esta semana, hemos subido dos días a los bombos. A trabajar las vías que tenemos entre ceja y ceja. La verdad es que no nos queda mucho tiempo por calendario, responsabilidades y climatología, pero, independientemente de que lo logremos o no, ya ha merecido la pena.
Panorámica de los bombos desde el parking

El martes tocó madrugón. Quique tenía que hacer unos test con su entrenador, Pedro Bergua y bueno, en cierto modo, el mío también ya que sigo un plan de un año que contrató el tablón antes de entrar yo en él. El caso es que a las 08.10 salíamos de Zaragoza rumbo a Huesca. Ya allí, vamos a una bajera donde Pedro le hace unos test a Quique muy interesantes y que, además, arrojan unos resultados positivos respecto al rendimiento y progresión de Quique en relación a los entrenos que sigue.
Pedro indicando a Quique la carga en una de las series

Con el fresco de la mañana aún encima, llegamos al parking de Vadiello, donde ya hay una furgoneta. Arriba nos esperan Edu y Farmas. La mañana pasa entre unos buenos pegues, aunque en el caso de Quique tras más de una hora de test es otra historia y risas. A destacar que recupero sensaciones y para desmontar la vía, le doy un último pegue en top rope en el que casi encadeno.

El jueves hemos vuelto, entre otras cosas porque el fin de semana va a ser imposible escaparnos. Hoy subimos con Levi Moliner. Ya cerca de Huesca le llama Bento y quedamos a tomar un café en Montearagón, un bar con solera en el mundo de la escalada ya que ahí se ha hablado más de escalada que en muchas escuelas... Un bar de polígono de los de antaño, pareja de cazadores jubilados almorzando a 1/2 botella de vino por cabeza y de postre orujo y luego, al coche?! En fin... Mejor no pensarlo.

Después del repostaje, llegamos al parking y con la subida al sector, nos ponemos con las pulsaciones adecuadas para empezar a subirnos por el muro de los bombos. Hoy estábamos repartidos por el sexto alto (yo), el séptimo alto (Levi) y el octavo (Quique); Babia, Ataraxia y Lady Bacon eran las elegidas para el baile.
Levi en Ataraxia, 7c la gran clásica de los bombos

Empieza Quique, con mejores sensaciones que el martes, Le sigue Levi recordando los pasos y finalmente yo que también veo que va a ser una buena jornada. Así que vamos a por el segundo pegue. Y tanto este como el tercero, nos van fenomenal. Quique vuelve a estar en la parte de arriba y recupera la motivación tras el "retro-día" que tuvo el martes. Levi, consigue sacar todos los pasos y la va matizando y, yo que me puse en la última cinta de segundo el último día, hoy hago lo mismo pero esta vez de primero por dos veces. Además, la primera de ellas, en la que iba muy fresco caigo por un fallo técnico tonto. Estoy ahí...

Resumiendo, un gran día que nos pone cerca de nuestros objetivos y en el que hemos disfrutado de la tranquilidad y el desahogo de este lugar.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Dos minutos y medio

        El ritual, como siempre, empieza por los pies. Aprieta los desgastados cordones intentando transmitir la tensión de sus músculos, también a su material. Peina el nudo de la cuerda en su arnés queriendo descartar cualquier imprevisto, a la vez que liberar su mente de otra cosa que no sea cada uno de los pasos de esa vía. Se levanta, cruza una mirada con su compañero que inclina la cabeza con un gesto afirmativo y le confirma que todo está en orden. Él, con un esbozo de sonrisa le dice que también está listo. Tira a sus pies la chaqueta. Todo el preámbulo, termina soplando los restos del magnesio que antes ha untado en sus manos.

Respira hondo, dejándose llenar del olor a tierra, del frío, de los últimos rayos del día y haciéndolos llegar a cada rincón de su cuerpo. Agarra por cuadragésima vez ese pedazo de roca que sus dedos tienen memorizado, levanta el pie y, como a cámara lenta, lo apoya en la parte más brillante, pulida del desgaste. Con la otra mano, consigue bloquear en un agujero algo más arriba y, con el suelo ya a casi dos metros, busca una cinta en su arnés que colocar en el seguro. Acto seguido, un “– Cuerda…” es atendido por la inmediata entrega de un metro de ella por parte de su asegurador, siempre atento y observando cada uno de sus gestos, alentándole y empujándole cuando más lo necesita.

Varios movimientos más, con el ritmo de la rutina y el trabajo de meses en los entrenamientos y en la propia vía, le sitúan ante el principal problema para poder encadenarla. Otra vez allí. Aprovechando una repisa para coger aire. Dos viejos enemigos que vuelven a verse las caras… Visualiza de nuevo los movimientos, se proyecta ante el paso, lucha en su interior contra los fantasmas que, llegado a ese punto, le han empujado hasta hacerle colgar de la cuerda una y otra vez. Focaliza la mirada y sale del reposo, decidido, a pesar de sentirse pesado y torpe tras varios metros de esfuerzo acumulados. Sus antebrazos cristalizan el esfuerzo en alfileres que se clavan en sus músculos.

Un grito se escapa entre sus dientes y rebota en la pared. Su compañero le sigue con la mirada y devuelve un “- ¡Vamos!”. Con la pierna temblando y los dedos crispados, consigue alcanzar el siguiente seguro. Desde allí ya puede ver la reunión y, dos minutos y medio después de atarse, un reto termina y otro empieza.