martes, 31 de diciembre de 2019

Subida al volcán Acatenango, 3.976 m.


Estas Navidades mi madre y yo fuimos al encuentro de mi hermana y nuestra familia política a Guatemala. Un viaje al final de este año caótico a todos los niveles del que yo esperaba (espero que haya sido así) supusiera un punto y aparte. Seguro que sí :)
Ya desde que en verano se fuera planeando la visita a ciudad de Guatemala en mi mente se empezó a dibujar el sueño de poder escalar un volcán de los muchos que rodean las diferentes zonas y localidades del país. Así pues, comencé a informarme y plantearle la posibilidad a mi cuñado, la persona con más posibilidades de acompañarme en una posible “expedición”.
Tanto él como su familia me facilitaron toda la información posible y me animaron a hacerlo, así que antes de salir por la puerta de casa el 20 de diciembre, en mi maleta ya incluí zapatillas de montaña, pantalones y ropa adecuadas para mi objetivo.
Durante mi estancia en Guatemala, he podido viajar y conocer diferentes lugares, aunque aquí sólo voy a referirme al último de ellos; Antigua. Antigua es una de las anteriores capitales del país. Durante el periodo en que el imperio español dominó estos territorios, Pedro de Alvarado “el conquistador” gobernó desde allí estas tierras. Aunque falleció fuera de ellas, su viuda también conocida como la sin ventura sí lo hizo en esta localidad. Su muerte se debió a una avalancha de barro tras la rotura del cráter del conocido volcán de agua, uno de los volcanes que rodea Antigua.

Pero además de este volcán, relativamente cerca se encuentran el del Pacaya y próximos el uno del otro, el volcán de fuego (activo todavía e inescalable por motivos obvios) y el Acatenango. Este último el más alto de la zona con 3.976 m.
Mapas del recorrido que seguimos (satélite y terreno) y gráfica del desnivel superado

Aunque en un primer momento y por prudencia en relación a una posible afección al mal de altura, ya que no estoy acostumbrado a estar en cotas tan altas, me planteé ascender el Pacaya, lo sencillo de su ascensión y lo largo del desplazamiento en coche hasta su base me animó a replantearme la posibilidad de ascender uno de los volcanes mayores. El de agua no se asciende tanto por la complejidad del camino y el de fuego, como ya he comentado, no es posible. Así pues y a pesar de la altura, pregunté si sería factible intentar subir el Acatenango.

Tanto mi familia política por parte de hermana como el guía con el que contacté me dijeron que físicamente estaba más que capacitado para ello y que, en cualquier caso, si me encontrara mal subiendo, descenderíamos inmediatamente sin ningún problema. Total, que sin excusas ya para echarme atrás, el último día del año a las 05.00 a.m. no dirigimos Nery (guía de la zona) y yo a Chimaltenalgo desde Parramos, localidad donde se comienza la ascensión.
Volcanes de Amatitlán y San Pedro (segundo plano)

Partimos aún de noche y comenzamos a andar sobre una cota de unos 2.500 m. Llevo más de una semana a 1.500-2.000 metros, tiempo en el que he salido a correr y he ido al gimnasio, por lo que debería bastar como aclimatación… Veremos.

La ascensión es totalmente mantenida desde que dejamos el coche hasta la cima. Apenas hay un tramo de llaneo, como de unos 5’ en los que no se va cuesta arriba. Brutal. La primera parte discurre entre caminos hacia fincas y, poco a poco, se va adentrando en un bosque exuberante. La segunda parte de bosque, es la denominada “bosque lluvioso” y la última antes de la parte más árida y final, es la de bosque alpino. En esta parte, mientras vemos amanecer podemos observar, no sólo el volcán de agua y el Pacaya tras este, sino también hacia Amatitlán, su volcán y en un plano posterior el de San Pedro. Espectacular.
Volcanes de agua y Pacaya

Sin embargo a 3.000 metros comienzan a meterse las nubes y la cima del Acatenango, visible desde la loma que va a la cima secundaria y que rodea el cráter viejo, se oculta tras ellas. Bueno, va a ser una lotería el poder ver o no el volcán de fuego al llegar a ella.
Con Nery afrontando la última parte de la subida con la cima secundaria al fondo

La última parte es similar a caminar en nieve recién caída. La ceniza y piedras sueltas nos obligan a pisar fuerte y clavar las puntas de las botas para poder fijar el pie y no resbalar a cada paso. Se hace pesada esta última parte pero vamos a buen ritmo.
Cráter antiguo del Acatenango, justo donde está hoy la divisoria entre el nuevo y la cima secundaria

En poco más de cuatro horas llegamos al cráter del volcán en medio de nubes, viento y mucho frío. Estaremos a cero grados y nos tenemos que poner el plumas. Las manos ni las siento, evidentemente, no me he traído guantes... Nos sentamos junto a algún otro montañero en la parte que da frente al volcán de fuego mientras escuchamos sus petardeos a pesar de no verlo y comemos algo. Charlamos con los compañeros y esperamos en torno a una hora a ver si despeja pero no hay suerte. Bueno, no pasa nada. En realidad ha sido como el 2019. A pesar de saber que frente a mi hay unas vistas espectaculares, de momento en mitad de un mar de nubes. Para la próxima ;)

Me he quedado frío y me cuesta comenzar a andar de nuevo. Empezamos la bajada rodeando el cráter por el otro lado de este y a buen ritmo en menos de dos horas llegamos al pueblo. Aquí me encuentro peor y me temo que he cogido frío comiendo en la cima. Además, he comido más de lo que normalmente como en este tipo de actividades por lo que me da que se me ha cortado la digestión. Bueno... Yo temiendo el mal de altura y al final un bocata cruzado va a tumbarme. Al subir al coche, al poco de arrancar pido que paren y vomito como si no hubiera un mañana.

A pesar de pasar la noche vieja en cama con unas décimas de fiebre y cuerpacho, termino el año contento de haberlo podido hacer subiendo el volcán y ya a la mañana siguiente, totalmente recuperado. Esperemos que sea una metáfora del cambio de año.

No hay comentarios: