martes, 15 de julio de 2014

Chooper+Chooperior, 6c al Mallo Pisón

Por fin llegó el día... Desde niño, camino de los campamentos de verano, antes de tragarnos las curvas del puerto de Santa Bárbara, pasado Ayerbe, veía desde la furgoneta con asombro y admiración las increíbles moles de los Mallos. Entre la carretera y ellos, el río Gállego con sus aguas esmeralda hacía de barrera natural entre ellos y nosotros, contribuyendo, más si cabe, a contemplarlos como algo inaccesible para alguien tan pequeño.

Años soñando con ellos sin tan siquiera pisar el pueblo de Riglos, eso si, habiéndolos tentado desde las aguas del río en varios raftings que hice y, al fin, llegó el día. Nervios, emoción, entusiasmo... Como el que tenía de pequeño el día antes del partido de liga del sábado por la mañana. Pero durmiendo.

Tras una mañana de gestiones con la administración por trabajo en hacienda, seguridad social... Me pasa a buscar por el despacho Mon, bajo a la carrera con un trozo de pan y jamón que mi tía casi me obliga a llevarme, hecho que luego agradecería. El camino hasta Riglos, se hace ameno, hablando de escalada, por supuesto, trabajo, anécdotas varias, familias... 

A las 15.30 ya estamos en el parking y preparamos todo el material. Nos mojamos la cabeza en la fuente del pueblo camino del pie de vía. Estamos bajo el Pisón y la magnitud del mismo asombrosa. Respeto, muchos nervios, dudas, ganas de volverse al coche, emoción, admiración y un montón más de emociones y sentimiento difíciles de describir y que todavía estoy asimilando.
El Pisón, a la izquierda del todo

Entre tanto, ya encordados y preparados, bajo un Sol de justicia, empezamos uniendo los dos primeros largos de V+ y V que a pesar de encadenarlos, las sensaciones que me dejan no son buenas. Llego con los antebrazos hinchados, cansado, empapado y apenas llevamos una cuarta parte de la vía, quedan los largos más duros y nunca he escalado en el conglomerado riglero, las panzas no son precisamente lo que mejor se me da, ¿Aguantaré o tendremos que bajarnos a mitad...? La vía elegida por Mon para iniciarme en el reino, no es del grado más sencillo que hay, pero eso si, está completamente equipada y bastante bien asegurada. Empiezo a entender lo que son alejes y que la escalada en pared, difiere en bastantes cosas con la deportiva...

Seguimos ascendiendo por la pared y, al fin, llegamos a la sombra. Bebemos, vamos a hacer cortos de agua. Tengo que subir más despacio o no llegaré. Empiezo a enterarme de cómo se tiene que jugar un partido así. Siempre con gasolina en la reserva y, si notas cualquier atisbo de fatiga, a colgarse.
Conforme ascendemos, el ambiente es mayor y la sombra nos da tregua

El largo de 6b, es el que mejor escalo para mi asombro. Menudo doctorado en panzas y bíceps que voy a sacarme aquí. No vamos mal de hora. La chooper, 6b ya está encadenada. Ahora la chooperior. Un largo de 6c para empezar y, luego, si las fuerzas acompañan minimamente, el mejor largo de la vía, un 6a con un ambiente espectacular y una roca excepcional, de movimiento más plaqueros y bonitos, nos espera.
Descansando en una de las reuniones (muy cómodas) antes de acometer el 6c

El 6c lo lucho, lo sufro, lo padezco, me dejo la piel (literalmente) en él, pero lo supero. Exhausto ya, se me está haciendo larga esta última parte. Pero la cima y un estreno soñado en Riglos, esperan. Además, el hecho de ir con alguien como Mon, que anima y da confianza, es crucial.
Mon pensativo en la reunión

El mejor largo de la vía con sus cincuenta metros, supone una batalla preciosa. Llego a la reunión, la penúltima, muerto pero feliz. Mucha gente y acontecimientos se me pasan por la cabeza, al final todos ellos se reducen a unas pocas personas y hechos. Todos positivos y culpables de estar yo allí en ese momento. En el paraíso. Por unos momentos, me siento la persona más afortunada del mundo. En realidad, lo soy.

Una última parte, común con la normal al Pisón, nos sitúa en la última reunión. Mon me dice que tire hasta la cima, yo primero... Cuando llego, no pienso absolutamente nada. Tampoco digo palabra. Me limito a respirar hondo y contemplarlo todo tímidamente, como pidiendo permiso, mientras voy recogiendo cuerda y Mon llega.
Increíble cima, al fondo, el Mallo Firé

Sopla el aire y nos abrigamos. Alguna foto de recuerdo, aunque este quedará en mi con todo detalle para siempre. Carolina espera la foto y, también luego, compartiré mi alegría con Kike, mi madre y amigos. No nos felicitamos, todavía toca bajar. Varios rápeles, algún destrepe y hora y media de tiempo, nos aguardan todavía. Hay luz, de eso no tenemos que preocuparnos, pero no dejan de ser maniobras delicadas en las que hay que prestar máxima atención cuando uno más cansado está.

Vamos enlazando un rápel detrás de otro, destrepando entre raíces y chimeneas hasta llegar a la última parte donde dos rápeles volados espectaculares nos dejan donde empezamos. Ahora si. Nos abrazamos y felicitamos. Agradezco de corazón a Mon que me haya dado la oportunidad de acompañarle y ayudarme a escalar el Pisón, uno de los Mallos más míticos, donde antes pioneros y figuras legendarias de la escalada, dejaron su huella.

Pienso en los que querían estar allí conmigo y no han podido, pero han estado allí y habrá ocasión de volver.
Mon y yo

Llegamos al coche y lo festejamos con agua de la fuente y una bolsa de torreznos mientras la noche nos alcanza y llegamos a casa. Mañana será otro día, pero yo no seré el mismo. Toca asimilar lo privilegiado que me siento por lo que se me da la oportunidad de hacer y por la gente que hay a mi lado. La montaña en general, es uno de los mejores lugares donde uno puede constatar estas cosas.

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